maria montessori

Sobre la espiritualidad del niño

A su regreso de la India, un año después del final de la Segunda Guerra Mundial, al regresar a Europa, en 1946, María Montessori fue invitada a pronunciar unas conferencias en Londres. Estuvo tres meses y pronunció un total de treinta y tres conferencias. En aquella ocasión hizo un repaso de todos los temas que había abordado sobre el niño y la educación. En esos últimos años de su vida publicó algunas de sus obras más fundamentales, como “La mente absorbente del niño”; “Educación y Paz”; “La educación de las potencialidades humanas”; “Formación del hombre”; y Educar para un nuevo mundo”.

Pero lo que ahora nos interesa es la conferencia que pronunció en Londres el 29 de noviembre de 1946. [1] En ella abordó la cuestión de la educación religiosa, en la que a la vez que profundiza en la espiritualidad del niño, nos hace intuir su propia espiritualidad. Es un tema íntimo que ha sido objeto de debate por parte de sus principales biógrafos, sin llegar nunca a una conclusión definitiva, porque es evidente que María Montessori, por su propia personalidad singular no se ajusta a los estrechos cánones tradicionales de la “catolicidad”, ni por supuesto a los de ninguna otra religión o filosofía. [2]

En su conferencia dijo entre otras cosas:

“No quiero entrar en el tema de la enseñanza de la religión y el material especial que se puede usar para este propósito, porque he escrito libros sobre el tema que pueden leer.[3] En cambio quiero centrarme ahora en los fundamentos de la religión per se.

Creo que hay muchas ideas equivocadas sobre la enseñanza de la religión, del mismo modo que existe una comprensión errónea de la educación y los niños en general, y una comprensión errónea del sentimiento religioso en sí mismo. Cuando se trata la enseñanza de la religión, se trata como todas las demás materias.

Las escuelas que incluyen la enseñanza de la religión en su plan de estudios la tratan como una sola asignatura entre todas las demás asignaturas. Esto está mal. Digo esto porque la religión es más que sólo otro tema de estudio. Es mucho más grande y también bastante diferente.

Debemos tener una idea clara de los diferentes períodos durante los cuales podemos ofrecer a los niños aspectos del sentimiento religioso. Creo que la enseñanza de la religión debe basarse en la psicología del niño, así como creo que debe hacerlo toda la enseñanza.

Debemos recordar que la religión es un sentimiento universal, un sentimiento que está dentro de todos y ha estado dentro de cada persona desde el comienzo del mundo. No es algo que le damos a un niño. Así como hay una tendencia a desarrollar el lenguaje en cada hombre, hay una tendencia a desarrollar la religión.

En todas las edades y en todos los lugares, cada grupo de hombres, ya sea altamente desarrollado o no, tiene una religión. El lenguaje y la religión son las características de cada grupo de hombres. La religión está dentro de cada alma. Se puede perder la razón, pero no se puede perder lo que está dentro del corazón. Esta es una gran cuestión. Si nos falta religión, nos falta algo fundamental para el desarrollo del hombre. Entonces, ¿cómo vamos dar religión a los niños? Bueno, no debemos “darla”, debemos ver cómo se desarrolla (…)

Recuerdo a una señora que me pidió que le dijera cómo darle a su hijo pequeño una idea de Dios. Le pregunté por qué pensaba que era algo tan difícil de hacer. Ella dijo que era porque la idea de Dios es muy grande. Tenemos una idea de la grandeza de Dios; conocemos a Dios como el Creador y seguramente esta es una idea muy simple que incluso los niños de tres años pueden entender.

Podemos decir: “Dios es el Creador”, a un niño pequeño y él lo entenderá. ¡No es difícil darles grandeza a los niños porque son geniales en todo! Absorben todo el mundo, por lo que, ¡por supuesto que cualquier cosa que puedas darles no será demasiado para ellos!

Los niños pequeños tienen una sensibilidad que proviene del corazón. Están inmersos en una atmósfera espiritual. Si se habla de Dios en la familia, el niño absorberá la religión del hogar. Si se le dice: “gracias a Dios por esto o por eso”, es bueno para la mente del niño, porque tiene una tendencia a ver no sólo las cosas materiales, sino a ver a Dios en todo.

Es un error dar pequeñas ideas o juguetes sobre esta gran pregunta. El niño puede absorber más de lo que usualmente se le da. Puede tomar la religión más fácilmente si no está solo en el alma de las personas, sino en el ambiente. En un país religioso, es una cuestión social (…)

Uno piensa que el niño puede hacer más cosas con nuestra ayuda, que solo. Uno cree que es un bebé y le da muy poco (…) No refrenen la naturaleza del niño. Denle todo. No le den cosas pequeñas, familiares, materiales. Si le damos la idea de Dios y él no fuera capaz de entenderla, ¿importaría? No es un conocimiento peligroso. Así que tengan el valor y denles mucho a los niños. Entonces estarán felices y agradecidos. Enséñenles a orar por todos (…)

Así tendrán una gran idea en sus mentes. Denles la religión como una revelación. Si la dan mientras dan el resto de la educación, podrían aplastar algo desde el comienzo de la vida”.   

Una visión de todo el Universo

No obstante, esta cuestión de la transmisión de la idea de Dios, la enseñanza de la religión y la averiguación de cómo vive el niño la experiencia de lo sagrado, parece muy compleja, pero, María Montessori la desarrolla y la explicita con bastante claridad en su libro “La educación de las potencialidades humanas”.[4]  

María Montessori pensando en un niño de seis años de edad, escribe:

“Ya que hay que brindarle tanto al niño, démosle una visión de todo el Universo. El universo es una realidad imponente, una respuesta a todas las preguntas. Debemos andar juntos este camino, pues todas las cosas son parte del universo y están conectadas entre sí para conformar una completa unidad. Esta idea es útil a los fines de hacer que la mente del niño se estabilice en un punto fijo, que deje de deambular sin rumbo en busca del conocimiento.

El niño queda satisfecho, ha encontrado en sí mismo el centro universal de todas las cosas. Está claro que es necesario centralizar los intereses del niño, pero los métodos comunes no logran cumplir ese objetivo.

¿Cómo es posible mantener interesada la mente de un individuo en crecimiento si todo lo que le enseñamos gira en torno de un mismo y limitado tema particular y solo podrá transmitir los detalles ínfimos que es capaz de memorizar?

¿Cómo vamos a forzar al niño a que se interese por algo, si el único interés autentico es el que surge de su interior? Lo que se impone desde afuera no es otra cosa que obligación y esfuerzo fatigoso, nunca el verdadero interés. Esto debe quedar bien en claro.

Si la idea del universo se presenta ante el niño en la forma adecuada, se logrará algo más que despertar su interés, pues la idea le causará admiración y asombro, sentimientos estos más elevados y gratificantes que cualquier tipo de interés. La mente del niño ya no se perderá sin rumbo, se fijará en un determinado foco y trabajará.

De esta manera, los conocimientos que adquiere se vuelven organizados y sistemáticos; la inteligencia se manifiesta como una totalidad gracias a la visión completa que se le ha presentado, y el niño se interesa por todo, pues cada cosa esta interconectada con las demás. Ocupa un sitio en el universo en el cual se centra su mente.

Las estrellas, la Tierra, las piedras, todo tipo de vida, conforman una totalidad en su relación con los demás, una relación tan estrecha que sería imposible comprender la naturaleza de una piedra… sin antes comprender al inmenso Sol. No importa que sea lo que tocamos, si es un átomo o una célula, es imposible explicarlo sin conocer el ancho universo.

¿Existe alguna respuesta mejor que les podamos dar a esos buscadores de conocimientos? Hasta cabría preguntarse si será suficiente con el Universo. ¿Cómo nació? ¿Cómo llegará a su fin? Estas dudas son parte de una curiosidad aun mayor que, una vez surgida, jamás en la vida entera podrá ser saciada.

Es posible hacer que las leyes que gobiernan el universo se presenten ante el niño como algo interesante y maravilloso, aún más interesante que los objetos mismos.

Entonces el niño empieza a hacer preguntas: ¿Qué soy yo? ¿Cuál es la tarea del hombre en este maravilloso universo? ¿Estamos aquí solo con la función de vivir para nosotros mismos, o tenemos otra función? ¿Por qué peleamos y luchamos? ¿Qué es el bien y el mal? ¿En qué terminara todo?

El hombre contemporáneo es como un niño perdido en el bosque

Quiero finalizar haciendo alusión a estos tiempos tan duros y tan inciertos que estamos viviendo ahora, agobiados por la extensión de una pandemia desatada que está provocando una gran mortandad a escala mundial. Lo hago con una cita de María Montessori que me parece muy esclarecedora. Es del libro Educación y Paz:[5]

“Hoy, la vida en sociedad es extremadamente compleja, y está plagada de fallas y contradicciones incomprensibles. Vivimos tiempos sombríos, nuestro espíritu vaga en las tinieblas. Se ha hecho realidad la profecía bíblica que decía: «Y llegará el día en que la oscuridad nos devore».

Los fenómenos que nos rodean nos resultan impenetrables. Nos es imposible comprender los orígenes del mundo exterior, ese que el hombre mismo ha creado y sigue construyendo.

El mundo en donde nos encontramos es una maravilla gracias a los descubrimientos de la ciencia, pero mientras disfrutamos de la luz que irradian estos logros exteriores; tenemos el espíritu envuelto en las tinieblas. Aunque el hombre actual ejerza sus poderes sobre la Naturaleza y más allá de ella, aunque sea capaz de recorrer enormes distancias, aunque domine las energías del universo no deja de ser una criatura aturdida, aterrada.

El hombre contemporáneo es como un niño perdido en el bosque. No lo asusta lo que ve o los animales ocultos que pueda haber; lo que le da miedo son las pequeñeces, el ruido de las hojas y el eco de pasos espectrales. Se aterroriza por cosas que en realidad no existen.

El hombre precisa tranquilidad espiritual y paz; necesita luz. ¿Quién tendría algo de luz para darle? Ni siquiera los libros más modernos nos iluminan el camino. Obviamente, en su búsqueda de las causas de los sucesos que lo rodeaban, el hombre ha aprendido mucho acerca de su medio.

Se ha adueñado de todos los secretos de la Naturaleza y todas sus energías. Pero todavía hay algo que le resta conocer, y eso que desconoce es el hombre mismo.

No acabaríamos nunca si intentásemos enumerar todos los descubrimientos del hombre en el mundo físico. ¿Pero cuánto ha descubierto acerca de sí mismo, de su vida, sus objetivos, o de la verdad y el error?”

Como dice María Montessori necesitamos tranquilidad espiritual y paz. Necesitamos luz. El niño es nuestra esperanza.


[1] MONTESSORI, María, Las Conferencias de Londres en 1946, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company, p. p. 211 a 214.

[2] Durante su estancia en la India, invitada por la Sociedad Teosófica, en varias ocasiones se le preguntó a Montessori si se había hecho teósofa. Ella no quiso nunca negar esa posible afiliación, sin mostrarse a la vez descortés con sus amigos indios, y siempre contestaba: “Miren, no soy esto o lo otro: soy montessoriana”.

[3] María Montessori se refiere a su libro “El niño en la Iglesia”, que fue publicado por primera vez en 1929. O también a “La Santa Misa vivida por los niños”, cuya última versión en castellano ha sido publicada en 2016 en Ámsterdam por la editorial Montessori-Pierson Publishing Company.

[4] MONTESSORI, María, La educación de las potencialidades humanas, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company, 1014, p. 8

[5] MONTESSORI, María, Educación y Paz, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company, 2015, p. p. 87 y 88

Artículo escrito por Juan José Morales

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