20 de Noviembre: Día Universal del Niño
Con ocasión de la celebración de la Declaración Universal de los Derechos del Niño sería muy recomendable leer algunas de las obras fundamentales de María Montessori, una mujer que revolucionó la educación y dedicó toda su vida al servicio del niño. Me refiero, por ejemplo, a libros como “El Niño. El Secreto de la Infancia”; “La mente absorbente del niño”; “Educación y Paz”; “Formación del hombre”; “Educar para un nuevo mundo”; “La educación de las potencialidades humanas”; y “Las conferencias de Londres. 1946”, entre otros. Todos ellos publicados en castellano por la editorial holandesa Montessori-Pierson Publishing Company.
Pero, en esta ocasión quiero detenerme especialmente en el libro “Ciudadano del Mundo. Lecturas Montessori esenciales”, que acaba de ser publicado en 2020. Es el volumen 11 de la Serie Montessori, (edición y traducción de Guadalupe Borbolla).
La etapa india y también durante los años posteriores, al final de la Segunda Guerra Mundial, Montessori se dedicó a recapitular sus principales ideas, centradas en el niño como protagonista de su propio desarrollo. Así, por ejemplo, en mayo de 1941, María Montessori publicó en la India, en el periódico The Theosophist, un artículo sobre “El partido social del niño, titulado Un paso adelante hacia el futuro”, que se recoge en el capítulo 7 del libro, junto con la Declaración Universal de los Derechos del Niño.[1]
“Nosotros -escribe- afirmamos que el Niño no sólo tiene derecho de vivir, sino también de ser considerado un ciudadano del estado. Como un ciudadano, el niño debe ser reconocido en su dignidad humana y respetado como el constructor del hombre. La importancia de la personalidad del niño debe ser consagrada entre los principios morales de la humanidad, pues del niño depende no sólo la constitución física del hombre, sino también su carácter moral. El futuro de la sociedad está por lo tanto conectado con el niño, así de incondicionalmente como los efectos están conectados con sus causas. Al indicarle a la sociedad la importancia de la infancia, nosotros afirmamos que el niño debe tener los mismos derechos ante la ley y ante las instituciones que dirigen la organización social, que los demás ciudadanos”.
Sigamos con los escritos de sus últimos años. Demos ahora un salto y situémonos en el “VIII Congreso Internacional Montessori” que tuvo lugar en la ciudad italiana de San Remo del 22 al 29 de agosto de 1949, el título del congreso fue “La Formazione dell’ Uomo nella Ricostruzione Mondiale “(La Formación del Hombre en la Reconstrucción mundial). Allí, María Montessori que había cumplido 79 años (falleció el 6 de mayo de 1952) pronunció cuatro conferencias magistrales (que son conocidas como “Las Conferencias de San Remo”). [2]
En la primera conferencia dijo: “Nosotros reconocemos el inmenso poder, las fuerzas inconscientes existentes en el niño en el umbral de la vida. Por muchos años hemos estado proclamando que es necesario educar al niño desde el momento de su nacimiento. Hemos trazado a través del estudio y la experiencia práctica, el camino ideal que lleva al mundo de los niños; de estos seres cuyo estatus social todavía no se ha determinado, cuyos derechos no han sido reconocidos y que sin embargo representan al hombre del mañana.
La infancia constituye una incontable población de seres que, sin saberlo, día a día, trabajan para construir física e intelectualmente a los componentes de la sociedad futura. Esta gran verdad evoca en nosotros un profundo sentido de humildad y asombro. Los niños, que viven una vida más pura que la nuestra, son trabajadores divinos; sin pretensiones, sin orgullo, ellos logran la ópera magna de la humanidad: la construcción del hombre. Y aquellos que ayudan en este gran trabajo, se enriquecen con los valores espirituales de los niños y se elevan (…)
Debemos reiterar persistentemente que la personalidad del niño, la cual apenas ahora se empieza a reconocer, es en verdad impresionante. El niño es un creador. De la nada, forma a un hombre. Esta poderosa capacidad creadora es común en todos los niños, en todas partes del mundo. La mente del niño es completamente diferente de la nuestra: la suya posee la magnífica y casi milagrosa facultad de tomar del entorno ideas externas e impresiones, encarnándolas en su ser. Un ejemplo obvio es el lenguaje que el pequeño ser humano, a pesar de estar mudo al principio de la vida absorbe a su alrededor. Y así el adulto se encuentra, como si fuera por herencia, con un lenguaje completamente formado.
Si verdaderamente consideramos que la educación es el desarrollo de posibilidades latentes, en vez de utilizar la palabra educación, deberíamos adoptar otra: cultivar. El educador debe cultivar las potencialidades existentes en el niño para que pueda desarrollarles y expandirlas. Es esencial aprovechar este periodo altamente sensible en la vida del ser humano, si en verdad, se quiere mejorar a la humanidad.
Para no extenderme acabaré con lo que dijo en la Conferencia IV, titulada “Unidad mundial a través del niño”: Esta es la tarea del educador ideal: tomar como punto de inicio la realidad psíquica del niño, con el fin de mejorar al hombre en su vida diaria, para salvarlo, para prevenirlo de perderse a sí mismo, para evitar desviaciones e inseguridades, para terminar con desequilibrios nerviosos, para implantar en el niño el valor moral y una conciencia firme para enfrentar sus luchas diarias. Por lo tanto, la tarea del educador es inmensa para el progreso de la humanidad y la paz del mundo está en sus manos”.[3]
Como decía al principio, la celebración de la Declaración Universal de los Derechos me parece una buena ocasión para leer a María Montessori, aunque la verdad, creo que deberíamos leerla siempre, sin necesidad de recurrir a este tipo de celebraciones porque no es necesario. Hay que leer siempre a María Montessori porque es una fuente inagotable de inspiración, y por supuesto seguir trabajando al servicio del niño con honestidad y dedicación. Ser fieles a esta maravillosa tarea es la mejor forma de mantener vivo el legado de esta extraordinaria mujer. Y, en este sentido, recomiendo vivamente la lectura de “Ciudadano del mundo. Lecturas Montessori esenciales”. Es un gran libro que merece la pena.
Juan José Morales Ruiz
[1] MONTESSORI, María, Ciudadano del mundo. Lecturas Montessori esenciales, Ámsterdam, Montessori-Pierson Publishing Company, 2000, p. p. 57 a 67.
[2] IBIDEM p. p. 75 a 107.
[3] Ibid, p. 114.